¡Ojito! La hoja se queda en el plato
MI PEQUEÑA HISTORIA
Como ya os he comentado en otras entradas del blog, nuestra familia pasa las vacaciones de verano en Puerto de Mazarrón disfrutando de sus espléndidas playas, de sus notables paisajes, de su gastronomía y por supuesto de las gentes que por allí paramos en la época estival.
En la playa a la que acudimos con más frecuencia hay acuñado un término que me hizo mucha gracia, este es el de “vecino de sombrilla”.
Este término alude a que, al ser una playa muy familiar, ya me extenderé en otras entradas sobre sus bondades, y dado que año tras año coincidimos las mismas personas, que nos situamos en las mismas zonas, más o menos siempre tienes alrededor a tus “vecinos de sombrilla”.
Esta situación hace que inevitablemente nazcan amistades, que en ocasiones, perduran toda la vida como la que surgió entre nosotros con Ana y Fernando y el resto de su familia, ella maestra vocacional y el bilbaíno afincado en Murcia por amor, cuyo origen fueron los juegos de mi hija pequeña Dafne con sus nietos.
Por desgracia, este verano ya no hemos podido contar con la presencia de Fernando y le hemos echado muchísimo de menos, siempre le recordaré charlando con mi marido para que le pusiera al día de las novedades de su Bilbao natal o rodeado de sus nietos.
De Fernando me gustaría decir muchas cosas, pero yo le definiría como cabal, discreto, amable, simpático sin estridencias, enamorado de su familia y en palabras de su esposa un hombre bueno, bueno y bueno.
Sirva esta entrada en el blog para recordarle con un postre típico murciano, que me consta le gustaba y cuya receta me dio una familiar de Ana en la playa. Me he permitido tunearla ligeramente para adaptarla a nuestros gustos culinarios.
INGREDIENTES
Para seis personas
20 hojas de limonero
2 huevos
200 ml de leche
200 gr de harina
40 gr de azúcar
1 palo de canela
Ralladura de un limón
50 gr de azúcar para espolvorear
Canela molida
1 pizca de sal
Aceite vegetal
ELABORACIÓN
Se trata de una receta sumamente sencilla, como suelen ser las correspondientes a la cocina tradicional, cuyo único problema es disponer de las hojas de limonero frescas; por suerte, en el País Vasco los limoneros no escasean y siempre se conoce a alguien que te puede proporcionar la materia prima.
Hay que limpiar bien las hojas de limonero, secarlas por ambos lados y reservarlas.
Poner la leche en un cazo.
Añadir el palo de canela.
Llevar la leche a ebullición, retirar el cazo del fuego y dejar infusionando la canela en la leche tapando el recipiente.
Separar las yemas de las claras.
Poner en un bol las claras y añadir una pizca de sal. Batir las claras para levantarlas a punto de nieve.
Cuando las claras estén levantadas, pero todavía no muy fuerte, añadir unos 20 gr de azúcar.
Continuar batiendo hasta conseguir un merengue no muy fuerte y reservar.
En el bol donde teníamos las yemas añadir los otros 20 gr de azúcar.
Batir hasta que las yemas blanqueen.
Incorporar la leche infusionada que ya estará tibia, de la que se habrá retirado el palo de la canela, y batir.
Cuando la mezcla esté perfectamente homogeneizada es el momento de agregar la harina tamizada. Para este proceso se puede utilizar un colador.
Batir la mezcla hasta que los ingredientes queden incorporados.
Añadir la ralladura de un limón y volver a batir.
Finalmente es el momento de aportar el merengue que teníamos reservado.
Para integrar el merengue en la mezcla hay que dejar las varillas de lado, se debe utilizar una espátula o tenedor y trabajar mediante movimientos suaves y envolventes hasta conseguir una masa homogénea que tendrá una textura de miel espesa.
La masa de los paparajotes ya está lista.
En un cazo o satén poner una buena cantidad de aceite que llegue a una altura de unos tres dedos como mínimo.
A mí, para freír masas de postres me gusta utilizar aceite de girasol, pero se puede usar perfectamente aceite de oliva virgen extra que es como me lo explicaron cuando me dieron la receta.
Llevar el cazo con el aceite a fuego medio hasta que tome temperatura.
Una a una sumergir las hojas de limonero en la masa cogiéndolas por el peciolo, o rabito, hasta que queden bien impregnadas.
Sacarlas de la masa con cuidado dejando escurrir el exceso de masa e introducirlas en el aceite.
Freírlas hasta conseguir un buen tostado por ambos lados, uno o dos minutos por cada lado será suficiente.
Sacar los paparajotes a una fuente o bol con papel absorbente para eliminar el posible exceso de aceite.
Tomar unos 50 gr de azúcar y mezclarlos con canela el polvo al gusto.
Con los paparajotes todavía calientes, para que se pegue mejor el azúcar, uno a uno ir espolvoreándolos por ambos lados y colocándolos en una fuente.
Los más golosos pueden poner el azúcar con la canela en un plato y pasar por ella los paparajotes.
Ya tenemos listos los paparajotes, es un postre delicioso que además de por el paladar, te entra por la nariz gracias al aroma que desprende la hoja de limonero.
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